Releyendo a varios maestros de juventud uno encuentra conexiones imprescindibles. Borges, por ejemplo, tan aburrido para muchos pero igual de sorpresivo e importante, habló de James Joyce con mucha admiración y hasta fervor. Le dedicó incluso un poema (invocación a Joyce: «Ceniza, la labor de nuestras manos», que a propósito bien podría ser una digna…